El silencio del barrio de San Felipe Neri
Es media mañana. El antiguo barrio de San Felipe Neri está en silencio. Un silencio que apenas se rompe con el ruido de una motocicleta y la conversación a media voz de dos jóvenes en la calle Parras. Un silencio que es un síntoma de la evolución de una de las zonas con más historia de la zona centro de Málaga. En la época romana, hace más de quince siglos, era el lugar elegido por los alfareros y los artesanos para ubicar sus talleres. Hoy, pese a algunas inversiones públicas, sigue ‘silenciado’.
Una calle con hasta siete solares sin construir, algunos de ellos reconvertidos en parking o, incluso, en zona para hacer botellón; hornos de épocas pasadas enterrados en escombros en unos terrenos vacíos; edificios abandonados… El barrio de San Felipe Neri, que ha recibido a lo largo de su historia otros nombres como Funtanalla o Barrio Alto, sigue reclamando a gritos una revitalización tras años moribundo. La Universidad de Málaga iniciará una serie de estudios, a través de un convenio de colaboración con el Museo del Vidrio, para poner las bases de su reconstrucción.
Un recorrido
De la calle Ollerías, límite entre este barrio y La Goleta, ya se publicó en ‘Territorio Málaga’ un reportaje sobre su transformación en una zona exclusivamente de paso. Una de sus calles perpendiculares es Parras. Caminar por ella sirve para confirmar que el problema de los solares abandonados afecta al común de los barrios de la zona antigua de la ciudad. Se cuentan hasta siete en no más de 300 metros, incluyendo el que tiene aún el cartel de las 48 viviendas protegidas del Gobierno andaluz. Algunos se mantienen cerrados y otros sirven, al igual que en otras zonas, como aparcamientos improvisados. Incluso, como confirma Manuel Guijarro, residente en uno de los edificios de la calle, en ellos se lleva a cabo botellón por grupos de jóvenes durante el fin de semana. La puerta trasera del Centro Cultural (donde hace décadas se ubicaba el torno en el que se dejaban los niños por familias que no tenían recursos) se mantiene cerrada y el silencio es la nota predominante.
Llegas a la reciente Plazuela Santísimo Cristo de la Sangre, justo a las puertas de la remodelada Iglesia de San Felipe Neri (sede de hasta tres cofradías de la capital) y con el Museo del Vidrio a las espaldas. Es la zona que concentra las principales obras llevadas a cabo en los últimos años (fundamentalmente en el pavimento), pero aún así no hay apenas vida. “No es una zona insegura, pero no hay movimiento de gente, el mantenimiento es muy deficiente, hay muy poca señalización, no badean ni limpian a menudo”, explican desde el propio museo.
Girar a la izquierda hacia la calle Chinchilla significa toparse con dos grandes solares a las espaldas del propio museo. Iban dirigidos a vivienda protegida, pero los restos arqueológicos que se localizaron bajo la tierra hicieron que los planes cambiaran. La propiedad del museo ha pedido una ampliación de sus instalaciones donde conservar y exponer los dos hornos alfareros que aún hoy están enterrados bajo el escombro que se acumula. Sin embargo, los terrenos siguen acumulando restos y basuras.
La calle Gaona, pese a la escasez de vecinos, es la única que aún mantiene el movimiento gracias al histórico instituto por el que pasaron figuras decisivas para la historia de Málaga como Picasso o Manuel Altolaguirre. Muchos de los jóvenes estudiantes se concentran en la esquina con la calle Dos Aceras que, aún con un tráfico intenso (es una de las conexiones con la zona del casco histórico), sigue lentamente un proceso de reconstrucción. Andamios en dos de los edificios, otro que está en ruina y los trabajos en el centro cívico que lleva a cabo el Ayuntamiento en otro de los solares y que está en su fase final.
Convenio de la Universidad
Este es el estado de las principales calles que formaban, junto a otras como Cabello, el barrio de los alfareros en Málaga. Ante esta situación, la Universidad se ha propuesto estudiar en profundidad todas las carencias para plantear mejoras. Lo hará tras firmar un convenio con el propio Museo del Vidrio, a través del cual se tratar de potenciar esta zona desde el punto del vista turístico, con la creación de rutas, el análisis del posicionamiento de la marca o la creación de planes de marketing; artístico, atrayendo a artesanos y artistas para recuperar la industria del barrio, y arquitectónico.
Se trata de una declaración de intenciones, sin obras ni proyectos concretos, ni plazos. Después de años, las “grandes posibilidades” de este barrio no están aprovechadas. Hoy por hoy, el silencio es su peor enemigo.
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