El afilador de las letras
Metales. Utensilios de toda la vida. Tijeras y navajas entre retratos de ilustres malagueños. Chispas de la piedra donde afilan las curtidas manos del Pasaje Chinitas, Manuel Ocón. Todo en 7 metros cuadrados. Tercera generación de afiladores y el heredero de la segunda mayor biblioteca de la provincia de Málaga. Enfundado en su uniforme de trabajo, bata azul y cigarrillo. Manolo, como se le conoce en el barrio, se presenta en su tarjeta de visita: “Encantado de haber nacido”.
¿Alcanza su memoria a recordar el primer día que pisó este pintoresco local?
El 10 de octubre de 1975. Hace 38 años, dentro de los 78 que lleva abierto. La apertura fue el 28 de agosto de 1936.
¿Y la primera vez que afiló?
Lo primero que cogí fue un cuchillo. Fue bajo la dirección de mi padre, mi maestro. Estuve tres años en la piedra de afilar. El oficio se divide en tres partes: primero, se afila; después, se pulimenta; y por último, se asienta el filo a los cuchillos. Para poder aprender, tienes que hacerlo durante un tiempo razonable, y siempre, bajo la dirección de un maestro. Los oficios se aprenden con baba y no con barba. El aprendiz cuando se acerca a un taller de carpintería, de electricidad o de mecánica tiene que ser un niño. Se convierte en una esponja. Absorbe esa sabiduría y el entendimiento que el maestro le da. Cuando el niño se hace hombre y pretende aprender un oficio, ten presente que no lo aprenderá nunca. Su mente divaga en otros mares. Por ejemplo, la hipoteca de la casa, el niño se le ha puesto malo…Ese hombre hecho y derecho, ese hombre con barba, ya no aprende.
Nos remontamos al año 1936, la apertura de la cuchillería. ¿Conoce el motivo por el que su abuelo eligió tanto la profesión como esta zona de la ciudad para montar su negocio?
Mi abuelo se llamaba José Ocón Jiménez, era afilador y cuchillero. Cuando terminó la guerra de Cuba, compró un corralón en calle Trinidad nº 80 (Barrio de la Trinidad, frente a la Iglesia de San Pablo). En la parte baja, puso una fragua. Hay que tener presente que estaban en plena guerra. No existían fábricas, existía el fraguero. Se hacia a mano tanto cuchillos, navajas como tijeras. En esa época, Málaga sólo tenía cuatro barrios: Trinidad, Perchel, Capuchino y Victoria. Todas las herramientas que se fabricaban eran a mano en la fragua de mi abuelo. Luego, en este local, le sacaba filo para ponerlas a la venta. Se vendían todas.
¿Por qué eligió esta zona?
El centro de la ciudad es el “cogollo”, lo más bonito, lo mejor situado. En un barrio, dependes sólo de los vecinos de la zona. En aquel momento, que había cuatro barrios, todos venían al centro. Si querías hacer negocio, nada mejor que el centro de la ciudad.
La singularidad de esta galería es que todos son malagueños. La galería nos traslada cuatro siglos atrás.
En un enclave como el Pasaje Chinitas, han circulado personajes ilustres tanto de la cultura como de la política. ¿Cuáles conoció o qué historias le contaron su abuelo o su padre que podría destacar, que le llamó la atención?
Han pasado muchos personajes singulares. Málaga ha dado muchos poetas. Muchos de ellos han venido al Pasaje Chinitas. El mismo Salvador Rueda. No le debió ir muy bien en esta ciudad, porque en una de sus poesías decía: “Málaga la bella, ciudad donde yo nací, para todos fuiste madre y madrastra para mí”. También, cabe destacar: otros poetas, arquitectos, ingenieros, músicos, políticos, eclesiásticos o militares. Ten presente que estamos junto a la Catedral. Que pararan expresamente en el taller, muchos. El maestro Eugenio Chicano, Alfonso Canales Pérez-Bryan, Jaime Fernández Pimentel, Ortiz Berrocal, Félix Revello de Toro. Tanto para saludarnos como para verse en la galería que aquí tenemos. Manolo Carra, vive en Madrid, al enterarse que lo teníamos en la cuchillería en una foto, vino una Semana Santa y le dio mucha alegría. La singularidad de esta galería es que todos son malagueños. La galería nos traslada cuatro siglos atrás. Si te pones a investigar, día, mes, año de nacimiento y de fallecimiento, encontramos la dificultad. El más antiguo que tenemos es Vicente Gómez Martínez de Espinel. Fue el que le puso la sexta cuerda a la guitarra española, de ahí que la sexta cuerda se denomine como espinela. Cuando estudias, muchos investigadores te ponen: hacía el año 1.600, pero si ves el día 1 de enero, el 2, y si a lo mejor el individuo nació el 20 de noviembre, te has saltado un año entero. Por eso, lo curioso de esta galería, es la paciencia con la que se ha hecho. El haber podido averiguar el día, mes y año, en una franja de cuatrocientos años.
¿Quién realizó esa investigación?
La hice yo. Cuando eres estudiante nunca tenemos un duro. Estamos a la cuarta pregunta. Yo tenía el beneplácito de mi padre. Me mandaba a lo que fue la Casa de la Cultura (actualmente derruida, construida en el solar donde hoy podemos ver el teatro romano). Yo me entretenía todos los días, un par de horitas, en aquella biblioteca. Y mi padre me daba 25 pesetas por cada fecha que le sacaba. El mecanógrafo soy yo. Las fechas se escribieron con una Hispano Olivetti Línea 88. En aquel entonces, yo daba 300 pulsaciones por minuto.
Cierto día, llegaron dos señoras, estábamos mi padre y yo. Le dijo una a la otra: “¡Mira, Mari, quién está ahí fotografiado!”, señalando la galería. “¡Está el cobrador del coche de Capuchinos!”. Ante tal estupidez escuchada, mi padre y yo, levantamos la cabeza y le preguntamos: ¿a quién se refiere usted?, ella convencida, se acercó y señaló a Pablo Ruiz Picasso.
¿Cuáles fueron los años dorados de la profesión? ¿Qué anécdotas guarda en su memoria de la gente popular de la época dorada del afilador de Chinitas?
Los años dorados y boyantes fueron de los 70 a los 90. En esa época, los coches de línea tenían chófer y cobrador. Cierto día, llegaron dos señoras, estábamos mi padre y yo. Le dijo una a la otra: “¡mira, Mari, quién está ahí fotografiado!”, señalando la galería. “¡Está el cobrador del coche de Capuchinos!”. Ante tal estupidez escuchada, mi padre y yo, levantamos la cabeza y le preguntamos: ¿A quién se refiere usted? Ella convencida, se acercó y señaló a Pablo Ruiz Picasso. Imagínate que clase de inteligencia podía tener esa mujer. En otra ocasión, le dijeron a mi padre: “Maestro, ¿por qué tiene usted un asesino fotografiado ahí? Tiene a Jomeini. ¿Sabes a quién señaló? A Fray Leopoldo de Alpandeire. Con detalles como éstos, te das cuenta que el hombre de a pie es un poco iluso. Culturalmente tiene un suspenso. Mucho más, si pretende hablar de temas malagueños. Son bastante desconocedores de la historia. Otros han confundido esta galería con la de todos los afiladores del Pasaje de Chinitas.
¿Cómo se definiría a sí mismo?
Como un pobrecillo trabajador.
¿Y a su padre? Hábleme de él.
Se creó a sí mismo. Fue un buen hijo, un mejor esposo y un excelente padre. Profesionalmente, reconocido en toda Málaga. Fue elogiado. Descubierto por Celia Villalobos cuando era alcaldesa, le puso la placa que se encuentra en la puerta del local. Sin ayuda de nadie, mira todo lo que consiguió.
Le ha dejado dos grandes legados: un oficio antiquísimo y una “catedral de la cultura”. Descríbame esa biblioteca. ¿Dónde se encuentra?
Mi padre, en el año 54, se compró una casa mata que mide 216 metros cuadrados.Llegó a reunir 14 muebles biblioteca. En los cuales, se encierran los 5.700 libros que tengo. Ahora mismo, la casa está cerrada y esos libros los encontramos en dos pisos que tengo yo. En uno no cabe todo. Respecto al taller, Dº. Baltasar Peña Hinojosa, el que fuera presidente de la academia de San Telmo, nos hizo una poesía que decía así: “Tal vez, sea el afilar la primera artesanía que logró el hombre inventar. Pues con razón se sospecha, que su primer que hacer, fue afilar puntas de flechas. Y en esta Málaga mía, hay un ejemplo señero de tan bella artesanía. Un hombre que con empeño, hurga, busca y escudriña en todo lo malagueño, que ama el trabajo y la ciencia, que igual que afila un cuchillo, afila su inteligencia”.
Mi padre siempre ha sido un enamorado de la ciudad de Málaga, considerando que tan malagueño es el que ha nacido en Alcaucín como en que lo hizo en calle Larios. Ahí, empezó su paseo romántico por esta ciudad. Poseo 2.400 libros hablando sólo de Málaga. Parece ser que consideró que eran pocos, como biblioteca, y abrió un abanico de otros temas como la tauromaquia, la arqueología o la marina.
¿Cómo fue adquiriendo tantos libros?¿Cómo empezó todo?
Con mucha paciencia y dinero. En calle Nueva nº7, existía la librería que tuvo Salvador González Anaya. Librería Iberica (ya desaparecida). Novelista y escritor, al morir lo heredó su sobrino, Juan. Antes de que los libros que habían salido publicados en el día de hoy, se colocaran en el escaparate, pasaban por las manos de mi padre. Todo lo pagaba con crédito que tenia en la librería.
¿Su padre leyó todos esos libros?
Ten en cuenta que todos esos libros no son para leer, la mayoría son libros de consulta. Solo tengo una novela. Más tarde se unirían unos libritos llamados “Vocabulario Popular Malagueño”, en el que mi padre colaboró. Vocablos como “chavea”, muchos de ellos ahora en desuso.
¿Y los cuatro pilares de su biblioteca? Sé que tiene colecciones muy valiosas ¿Cuáles puede destacar?
Primero, sin duda alguna, El Quijote, hasta un busto de Miguel de Cervantes tengo en la biblioteca. Que en una biblioteca no esté el mejor libro del mundo, que lo escribió un manco en mi tierra…Después, La Biblia. Son los dos únicos libros que están editados en todos los idiomas. El tercer pilar, puesto que estamos en Málaga, la historia de la ciudad de Málaga, escrita por Guillén Robles; y el cuarto pilar, el cuerpo del diccionario. En un principio, tuvimos el Ramón Sopena en 10 tomos, pero como la biblioteca fue creciendo, se quedó pequeña y compramos el Espasa Calpe, el mayor diccionario en hispano-americano con 148 tomos. Ahora, ha salido otro apéndice, 149.
En el ranking de las mayores bibliotecas de la provincia de málaga. ¿En qué posición se encuentra la suya?
Es la segunda de la provincia. La primera la tiene el que fue abogado del señor obispo, Alfonso Canales. Moraleja de la vida, si un arquitecto o ingeniero tiene una gran biblioteca en su casa es evidente que corresponde con sus estudios universitarios, pero que un cuchillero tenga la segunda biblioteca mayor de la provincia, eso choca.
¿Qué inquietud le llevó a su padre a coleccionar?
La inquietud de aprender. Lo que él nunca pensó es que llegara a ser tan grande su biblioteca.
¿La miopía que tenía su padre contribuyó a la compra de tantos libros?
Sí, muchas veces explicó que, a pesar que a él le gustaba mucho viajar, también comprendía que su vista no colaboraba para ser viajero. Me ponía siempre un ejemplo: si fuera a Madrid a ver el museo del Prado, donde hay miles de maravillas, mi vista no me alcanzaría, yo no puedo verlo bien. ¿Y qué hizo? Compró el libro del Museo del Prado. Tan grande como el diario ABC y en papel cuché.
¿Los libros tienen alguna estética en especial?
Sí, mi padre en eso fue bastante singular. Hizo rico al encuadernador. Llegué a conocerle tres. Lo tenemos todo encuadernado por temas. Por ejemplo, los temas malagueños, en pasta española. Están muy bonitos, en pan de oro, en relieve que encierra: el nombre del autor, el de la obra y, en la parte de abajo, las iniciales de Manuel Ocón, M.O.
Su padre tuvo una constante inquietud intelectual. Su mayor afición fueron los libros. ¿Puede describirme una tarde cualquiera en el Pasaje de Chinitas a pie de este local del afilador en la época de juventud de su padre?
Mi padre, al igual que yo, siempre hemos abierto las puertas a toda persona que ha querido saber algo cultural. Si viene alguien y pregunta ¿maestro, por qué no me cuenta algo de la historia del Pasaje Chinitas? Ahí, respondo. El pasaje como lo vemos hoy, está edificado en forma de cruz. Calle Fresca seria la cabecera, mi taller el brazo derecho, el izquierdo donde está Información y Turismo, y el sur, lo que da a la plaza de la Constitución. ¿Por qué en cruz? Muy fácil, este terreno fue un convento de las Catalinas y un señor muy adinerado, Juan María de Álvarez y Quirón compró el convento. El obispo era Herrera Oria. Ese dinero que ganó Herrera Oria, se lo llevó a Madrid, no lo disfrutó el malagueño, en fin, debilidades tenemos todos. Alvarez y Quirón, por ello de que esto fue un convento, le dijo al arquitecto que quería que le construyera un pasaje que llevara su nombre y en forma de cruz. Pasaje de Alvarez. Con la particularidad que entre cada puerta o ventana hay un espacio de medio metro en todo el pasaje. En un principio, tenía cuatro puertas, se cerraban por las noches, era de propiedad privada. Cuando murió Alvarez y Quirón, el alcalde, Francisco García Grana, en 1962 dijo a los vecinos que la fontanería estaba muy deteriorada, que si ellos la arreglaban seguiría cerrado por las noches. Los comerciantes, unos por miseria y otros porque no tenían dinero, el silencio como respuesta. El ayuntamiento se hizo cargo y quitaron las cuatro puertas.
¿Y el cambio de nombre?
Donde estaba Romero de la Cruz, famosa tienda de telas, ya cerrada. En el primer piso, se encontraba el café-cantante Chinitas. Recibió el nombre de Gabriel Guerra apodado “El Chinitas”, quien actuaba allí todas las noches. No olvidemos que de todos los barrios venían a verlo. Al hacerse tan popular, en vez de decir el malagueño, voy al pasaje de Alvarez, decía “vamos al Chinitas”. García Grana preguntó al pueblo si le importaba cambiar el nombre del Pasaje de Alvarez por el de Chinitas. Y para el malagueño, ni fu ni fa.
¿Y por qué se cerró el café Chinitas?
Lo cerró el obispo del momento, Santos Olivera. En el primer piso estaba el café y en el segundo, los vestuarios de las vedette. El obispo consideró cerrar el café-cantante porque lo definía como un arte sátiro. Y se cerraron las puertas.
¿Ha pensado qué hacer con su negocio cuando se jubile? ¿Y con la biblioteca?
Cuando enferme o me jubile, no tengo herederos, no he tenido hijos (varones). El negocio se perderá. Y la biblioteca, cuando yo crea que estoy más allá que para acá, como yo no quiero salir en ninguna parte, la donaré. Será para la ciudad de Málaga, imitando a Juan Temboury. El puso su nombre, yo pondré el de mi padre. Biblioteca Pública Manuel Ocón Dueñas.
Aunque usted no tiene interés pero ¿cómo le gustaría que se le recordara a su padre y a usted cuando aparezcan en los libros de personajes de Málaga dentro de 100 años?
A mi padre como un maestro. Y a mí, como un pobrecito trabajador, nunca me la he dado de grandeza.
¿Qué le recomienda a tantos parados, con los tiempos que corren, desde un negocio que ha superado todas las crisis desde el año 36?
El cáncer de que los oficios se estén perdiendo, es el Estado. Un carpintero o yo mismo, coloco un muchacho aquí y, desde el primer momento, me dicen de pagar 300 euros de Seguridad Social y 900 euros de sueldo. ¿Crees que el primer mes se le puede dar 1200 euros a un muchacho que no sabe hacer nada? Si un padre lleva a un taller al hijo y le dice al maestro: “aquí le traigo a mi chavea y quiero que usted le enseñe el oficio, del sueldo ya me encargo yo y de la Seguridad Social. Ese niño cuando pasan tres o cuatro años ha aprendido el oficio de carpintería y montará otra. Solo les recomiendo que se arrimen a los maestros.
¿Cuál ha sido su mayor aprendizaje a pie de esta piedra de afilar?
La psicología en el trato con el público, eso te da mucho entendimiento. Bregar con el público es una de las cosas más difíciles que hay. Y he llegado a la conclusión, de que todo es mentira. Creeme.
Alicia Moreno Enríquez
Que enriquecedor y que lujo es para una malagueña enterarse de tantas cosas interesantes y tan bien contadas. Felicito al entrevistado y sobre todo a la periodista de esta entrevista. Que se repita!!
Esther de León
Muchas gracias, Alicia. Nos ilusiona mucho que nuestro trabajo aporte a los malagueños.Seguiremos buscando historias e información. Un saludo.