“Yo peiné el flequillo de Antonio Ordóñez”

Más de medio siglo entre peines y tijeras. Antonio López, el barbero de la Malagueta, lleva acicalando a los hombres que han pasado por el barrio en este tiempo. Toreros, políticos, artistas, pescadores o empresarios de ayer y hoy. Sólo Antonio y las cuatro paredes de su barbería conocen las conversaciones y proyectos que se fraguaron y que pasaron a la historia.

2013-04-25 BARBERO MALAGUETA

¿Cuándo y por qué comenzó en el mundo de la barbería?

Los niños de la época pasábamos muchas horas en la calle o, en la playa, ayudando a tirar del copo. En ocasiones, nos daban pañuelos llenos del pescado que no se podía vender, no había compradores. Mi madre no me quería en la calle y me envió como aprendiz a esta barbería. Yo tenía, por aquel entonces, once años. Solo iba a ser hasta que finalizaran las vacaciones de ese verano, pero aún estoy esperando que terminen.

¿De quién aprendió?, ¿quién fue su maestro?

Los hermanos Perea, nacidos en la Cruz Verde, y el policía armada, yerno del propietario de esta barbería fundada en el año 1947. Ellos fueron mis maestros. Los tres barberos de la peluquería que, en aquel momento, se llamaba “Salón de la Concepción”, por una virgen que teníamos allí y que yo conservo en mi dormitorio. Los maestros me regañaban cuando veían que me distraía mirando a los niños jugar a la pelota. Me enseñaron, formaron y educaron. Hicieron de mí un hombre. Uno de ellos emigró a América, pero seguimos manteniendo contacto, son como mis hermanos mayores.

¿Toda la vida en la misma barbería?

No. En el mismo sitio, de aprendiz a oficial no se podía ascender, así que salí de aquí con catorce años, pasé por una peluquería en la zona del Bulto y después en dos de calle Victoria, la última en la conocida casa Baena donde hice muchas tonsuras, coronillas a los seminaristas. Volví a la Malagueta con diecisiete años. Y, desde entonces, hasta que me jubilé.

Junto a la plaza de toros de la Malagueta se han visto y oído muchas historias y personajes durante más de medio siglo. ¿Cuáles han llamado más su atención?

Mi afición siempre ha sido los toros. De pequeño, me colaba en la plaza. Tuve la gran suerte de tratar con bastantes toreros. En especial, con Antonio Ordóñez. Tuvimos una gran amistad. También con sus hermanos: Pepe, Cayetano y Alfonso. He visto crecer a sus hijos y nietos. Les cortaba el pelo a Francisco y a Cayetano encima de su abuela, “la Dominguín”. Siempre que había toros, estaba citado con Ordóñez en la esquina de la cafetería flor. Abría mi barbería para toda la cuadrilla y bajaba la persiana, allí los arreglábamos a todos. Se convertía en un lugar de tertulia y de negocio taurino.

¿Cree que en sus nietos hay algún reflejo del maestro Ordóñez?

En Cayetano, algo.

¿Qué anécdotas guarda en su recuerdo?

La vez que le tocó un décimo de lotería fiado a Paquirri una tarde que vino a arreglarse. La admiración que le tenía el señor Gancedo a su amigo Ordóñez. Este conocido caballero vivía en una casa en el Limonar donde construyó una bodega expresamente para festejar los triunfos de Ordóñez. El cual le regalaría, tras su retirada de los toros, uno de sus trajes de torero azul y oro. Otra de las anécdotas, cuando Antonio me llamaba maestro. Yo le decía: “no me llames maestro que me mira la gente”. Me respondía: “tú eres maestro en lo tuyo y yo en lo mío”. Aunque Ordóñez murió sin pelo, puedo decir que peiné el flequillo de Antonio Ordóñez, me honra el haber sido su barbero en Málaga.

Y de Paquirri, ¿qué le trae la memoria?

Estuvimos en muchas ocasiones los dos solos arreglándolo, tanto en la barbería como en su apartamento de Málaga. Era un hombre poco hablador.

El ambiente taurino de la Malagueta le ha dado la oportunidad de tratar con grandes maestros de la tauromaquia. ¿Su favorito?

Para mí, el primero, Ordóñez. Como torero, si no es el más grande, es de los primeros. Pero he admirado a de Paula. Son la escuela rondeña y la jerezana. La chispa agitanada de Rafael de Paula que te transmite en el momento de la composición. También soy paulista. En cambio, Ordóñez era un torero señorial, más recio, basto, pero de arte exquisito. En la alternativa de Pepe Luís Martín, de Paula hizo una de las mejores faenas de la historia de la tauromaquia. Y, por otro lado, las goyescas, yo iba todos los años, me trasladaba a Ronda un día antes, y por las mañanas arreglaba a Ordóñez y a Paquirri.

Para mí Antonio Ordóñez fue un gran amigo, me demostró su amistad que nació en la barbería. Esos sillones son como confesionarios.

Acicaló a muchos toreros, pero ¿qué ha significado para usted Antonio Ordóñez?

Un gran amigo, me demostró su amistad que nació en la barbería. Esos sillones son como confesionarios.

Su negocio, un lugar solo de hombres. ¿Cómo era?

Era un ambiente placentero, no como ahora que se va corriendo. La peluquería era un sitio de reunión, un punto de contacto, donde llegaban los clientes y pasaban las mañanas enteras debatiendo o leyendo. Era a diario. En esa época, los hombres llegábamos a tener tanta amistad, tanta confianza con los barberos, que sabíamos interioridades que desconocía hasta su propia familia. En aquel tiempo, existían lo bonos en muchas barberías, aunque en ésta nunca hubo, nuestra clientela era de elite, de clase media alta.

Han pasado barbas y cabelleras ilustres por sus manos, ¿nunca le ha temblado la mano con clientes con altos cargos y de fuerte carácter?

No, la verdad. En muchas ocasiones íbamos al hotel Miramar a trabajar. Allí, arreglábamos a directores y personal del hotel, clientes, políticos, periodistas, ministros, toreros o actores de cine. Tuvimos un cliente, hermano del expresidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, y ministro de telecomunicaciones de su país en aquella época. Venía siempre en un impresionante coche americano con chófer y lo arreglábamos todos los días.

¿Qué personajes del pasado y la actualidad cabe destacar que pasaran por su negocio?

Queipo de Llano, Utrera Molina, alcaldes de la ciudad como Estrada o el actual, Francisco de la Torre, este último viene desde estudiante; Emilio Benavent Escuín, obispo de Málaga y arzobispo de Granada.

Se han sentado de derechas, comunistas y jamás se han creado conflictos

Diferentes ideologías han pasado por sus sillones ¿Alguna ocasión conflictiva?

Nunca. Se han sentado de derechas, comunistas y jamás se han creado conflictos. He procurado tener una clientela digna, tanto de aseo como de comportamiento y educación.

Puede presumir de pelar hasta una cuarta generación de muchas familias malagueñas, algunas muy conocidas e importantes para la ciudad de Málaga, ¿cierto?

Sí. Krauel, Loring, los García-Valdecasas que venían desde Granada, Huelin entre otras.

¿Y el secreto de su éxito?

Ir por la vida con humildad, como persona, ser honrado, procurar no defraudar a nadie. He intentado actuar con honestidad y esmero con toda mi clientela. Y manteniendo y cuidando a mis amistades. Conservo amigos en muchas partes del mundo.

Estoy muy bien jubilado, pero la echo de menos

¿Echa de menos la barbería?

Estoy muy bien jubilado, pero la echo de menos. Paso de vez en cuando, pero los jubilados tenemos que darnos cuenta que, a veces, estamos de más en algunos sitios. Ellos están en su tarea y uno tiene todo el tiempo del mundo.

¿Algún personaje que le sorprendiera, precisamente, por no tener ni un pelo de tonto?

Un Krauel, ya fallecido, inteligentísimo. Terminó sus estudios y se fue a Harvard, yo le dije que se iría y no volvería. Los americanos no dejan escapar esas inteligencias. Y así fue.

¿Con qué se quedaría del pasado y del presente?

No cambiaría mi infancia por los niños de hoy. Teníamos carencias, pero poseíamos una libertad que ahora ellos no tienen.

¿Los hombres han cambiado sus costumbres?

Me enseñaron a hacer la peluquera clásica. En aquellos años, el peluquero que no trabajaba como mandan los cánones, en esta peluquería no podían trabajar. Pero supimos adaptarnos a los tiempos y vamos con los tiempos.

No cambiaría mi infancia por los niños de hoy. Teníamos carencias, pero poseíamos una libertad que ahora ellos no tienen

¿Los utensilios han cambiado mucho desde sus inicios?

Peine y tijeras es lo auténtico, pero se han ido añadiendo utensilios como es evidente. Los cuellos a peine y tijeras era trabajo de chino, pero lo más profesional.

¿Qué cree que encuentra aquí su cliente fiel?, ¿se lo han dicho alguna vez?

Lo fundamental, el trato humano, que no se sientan en un sitio extraño, que cuando se vayan sientan que han estado en un lugar agradable. Y el que venga de fuera de Málaga, vuelva. La querencia.

¿Está asegurada la continuidad del negocio?

Mi hijo, Angel, continúa con el negocio. Y, en un futuro próximo, se trasladará a un nuevo local que ha comprado en la misma acera, pero de mayor amplitud.

¿Las peluquerías modernas le han quietado clientela?

En el barrio, han podido poner 14 ó 15 peluquerías, dar no dan, sólo quitan algo, pero nuestra forma de trabajo es distinta.

¿Cómo ha cambiado el barrio?, ¿y la ciudad de Málaga?

Recuerdo el tranvía y los niños colgados para no pagar. La Acera de la Marina donde no había nada e instalaban el circo cuando venían a la ciudad.

El dinero da mucha soberbia, por eso es tan importante ser humilde, todos llevamos nuestra alma dentro, sensibilidad y dignidad

A los emprendedores y pequeños o medianos empresarios, ¿qué le aconseja desde su experiencia?

A una persona joven, si tiene confianza en sí mismo, que luche y que se lance. Trabajar como empleado es cómodo. De jovencito con la peluquería no tenía necesidades, en cambio, me venía los domingos y arreglaba a domicilio. Al mismo Manolo Guerrero Burgos, hermano del fundador del Club Siglo XXI, lo afeitaba en su propia cama. Llegaba a su casa las seis de la mañana para que pudiera coger el avión a las ocho. Así, a las dos de la tarde, tenía doscientas pesetas en el bolsillo para poder salir con mi novia. O, en vez de, tener una limpiadora, lo hacíamos mi señora y yo.

Gracias a su proyecto laboral, no muchas empresas duran tanto en el tiempo, ¿cuál ha sido su mayor aprendizaje?

Mi universidad ha sido la vida. Yo no tengo estudios, por desgracia me quedé sin padre con once años y lo que sé, es de la universidad de la calle, del trato con mis clientes. Aunque también, los he tenido con carreras impresionantes a los que les he explicado, como en una ocasión, la navegación aérea. Y, por supuesto, otras aptitudes en la vida. El dinero da mucha soberbia, por eso es tan importante ser humilde, todos llevamos nuestra alma dentro, sensibilidad y dignidad. Si llegas a un sitio y tratas a la persona más humilde del mundo como lo que es, una persona, nunca se le olvidará.

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Sobre el autor

Periodista

"Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento", Voltaire.

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Comentarios (2)

  • esther ramirez

    Son historias de la gente de a pie ya he leido otros articulos y me gustan. Resume la vida de este hombre de una forma sencilla pero a la vez profunda

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